A pesar de pertenecer a una generación anterior, se sentía integrado en el Modernismo. A. Mestres resulta una figura importante para el movimiento, ya que era el punto de referencia más cercano para los ilustradores modernistas y fue el impulsor de una nueva escuela.
Colaboró activamente como ilustrador hacia los años setenta del siglo XIX en publicaciones como La Campana de Gràcia y L'Esquella de la Torratxa y como escritor en periódicos como La Publicitat. Concebía el libro como arte global y, por tanto, su obra abarca desde el texto (tanto prosa como poesía) hasta la ilustración, entendida ésta como una forma de expresión igual que el propio texto y no como un complemento o apoyo. Estas características se pueden observar en una de las obras más logradas de este autor, Liliana (1907), a menudo considerada como ejemplo de la producción modernista del artista. Parte de su obra lírica y dramática fue musicalizada por E. Granados, A. Vives o E. Morera.
Su trayectoria, muy fecunda en cuanto a dibujos, quedó interrumpida a causa de su ceguera hacia 1920.