En el s. XIX la burguesía en la ciudad de Palencia acrecienta su poder económico y social como consecuencia del desarrollo de la industria, y se consolida como la clase social dominante. Este proceso de industrialización, junto con la llegada del ferrocarril y la desamortización, influirá en la nueva arquitectura de la ciudad y en la concepción de un nuevo urbanismo que responde a las necesidades de esta nueva clase pujante.
En este marco se desarrolla el Modernismo, que recoge actuaciones en todas las artes, pero sobre todo en las decorativas, que quedan reflejadas en edificios tanto públicos como privados.
Muchos de estos edificios quedarían ubicados en la calle Mayor, esa vía principal que vertebra la ciudad y en la que puede encontrarse una síntesis de la arquitectura, el comercio y la actividad social tanto del pasado como del presente de Palencia. Edificios como la Casa de Flora Germán y Fulgencio García, el Estudio de Arroyo y Gallego o el bellísimo Palacio de Villandrando, en el cual se realiza un tratamiento de la fachada principal que reinterpreta el gótico veneciano y el catalán. Una obra exquisita resuelta con una sutil elegancia donde los capiteles, las ventanas geminadas y el friso decorado con un llamativo mosaico encargado a Daniel Zuloaga crean en su conjunto una obra admirada por quienes visitan la ciudad.
Otro de los elementos representativos de esta nueva corriente artística y muy utilizado en la capital palentina fueron los miradores, que se convirtieron en una pieza fundamental para decorar la fachada. Se trataba de un elemento con una clara significación social y también funcional, pensado para mirar sin ser visto y que no solo aporta aislamiento térmico y luminosidad a la vivienda, sino que se convertía en un elemento de decoración que permitía incorporar volumen y dinamismo.
Pero, además de viviendas, también encontramos otros exponentes representativos del Modernismo como la Diputación, el Casino, el edificio de Cuentas o varios edificios a los que hoy en día se ha dotado de una funcionalidad docente, como son el Colegio Modesto Lafuente o el Instituto General Técnico, más conocido hoy como Instituto Jorge Manrique.
Respecto a representantes de este movimiento, son varios los referentes: Cándido Germán, Jacobo Romero, Juan Agapito y Revilla y Germán Calvo. Pero si hay uno que destaca sobre todos ellos por su prolífica obra en nuestra ciudad es sin duda Jerónimo Arroyo. Educado en Barcelona, este arquitecto recibió influencia de Gaudí, Domènech y de Puig i Cadafalch. Tanta fue su inspiración que funda su propia fábrica de piedra artificial, elemento que, junto con el ladrillo rojo, se convertirá en la seña de identidad de sus edificios. El arquitecto decora sus fachadas con esbeltas columnas, atlantes como los del Bar Alaska, inacabables formas geométricas, trazos retorcidos , y consigue con gran maestría adaptar las cualidades estéticas del Art Nouveau tanto en las fachadas de los edificios como en las forjas de hierro de algunas de las puertas de entrada de las viviendas que realiza, que aportan movimiento vegetal y sinuosidad a la obra.
Estos elementos, unidos a múltiples pequeños detalles como antiguos llamadores con diversas formas, timbres, flores, guirnaldas, rostros femeninos realizados en piedra, escudos, mascarones de cuya boca surgen colgaduras serán elementos todos ellos que sirven para embellecer aún más las calles de la ciudad de Palencia.