La población costera de Canet de Mar, que durante siglos había alternado una economía basada en la agricultura y la pesca, disfrutó durante la segunda mitad del siglo XIX, de un período de bonanza al convertirse en una de las ciudades punteras en Cataluña en la producción textil de género de punto. Como consecuencia, la villa modificó sustancialmente su imagen con una nueva burguesía que promovió la construcción de una variada tipología de edificios, muestra de la elaborada estructura social que tenía en esos momentos Canet de Mar. De modo que, además de un número importante de viviendas de primera calidad -de residentes regulares de la villa y también casas de veraneo-, se proyectaron edificios con finalidades muy diversas: de ocio y de activismo político, como la reforma del Ateneu Catalanista (1885-1887), convertido ahora en biblioteca, de Lluís Domènech i Montaner; religiosas, como las intervenciones en el Santuario de la Misericordia; y de espacios de trabajo, como el matadero de Eduard Ferrés i Puig (1909), la Cooperativa Agrícola La Canetense de Rafael Masó i Valentí (1920-1924), o la Fábrica Carbonell de Pere Domènech Roura.
Sin embargo, el rasgo más distintivo del Modernisme en Canet de Mar es el conjunto de obras que se conservan de Lluís Domènech i Montaner. "Sa casa de Canet! Com se l'estimava, la casa i el poble, el mar i la muntanya" ("¡Su casa de Canet! Cuánto la quería, la casa y el pueblo, el mar y la montaña"), escribía su yerno, Francesc de Guàrdia Vial, también arquitecto, en un homenaje póstumo. Su madre, Maria Montaner i Vila, era hija de la villa, y el arquitecto y su esposa, Maria Roura i Carnestoltes, también oriunda de Canet, con sus hijos, pasaron allí largas temporadas. Además de las obras citadas, Domènech construyó en la villa la Casa Roura (1889-1890), una muestra espléndida de uno de los períodos más fructíferos de su producción, mientras trabajaba en la reconversión del Café-Restaurante de la Exposición Universal de 1888 en Museo de Historia, edificio que presentaba un trabajo muy cuidado en las artes aplicadas y decorativas. Por su valor sentimental, cabe destacar su casa de veraneo (1907-1910) que, junto a la vecina Masía Rocosa del siglo XVI, se ha convertido en sede de la Casa-Museo Lluís Domènech i Montaner, que reúne una colección de objetos en memoria del arquitecto. Dejó también en Canet una de las muestras de su trabajo como restaurador, la potente intervención en la antigua Domus del siglo XI, que transformó en el pintoresco Castillo de Santa Florentina por encargo de su tío Ramon Muntaner entre 1901 y 1907.